Hoy, Miércoles de Ceniza, emprendemos, los cristianos, la Ruta de la Cuaresma: un recorrido de cuarenta días hasta llegar a la Fiesta más importante para nosotros: El Triunfo de Jesús sobre la muerte, la Pascua de Resurrección. A los cristianos, al iniciar esta ruta, se nos pone ceniza en la frente. Este rito nos puede parecer anticuado y antihigiénico, pero tiene un significado muy importante: venimos del polvo y nuestro cuerpo mortal retornará al polvo. La ceniza que hoy se impondrás sobre nuestras frentes, nos recuerda que la vida es cruz, muerte, sacrificio,..., pero a la vez nos recuerda que se transformará en flores, en vida, en felicidad, gracias al triunfo de Jesús.
Para celebrar la pasión, muerte y Resurrección de Cristo, debemos prepararnos. A ese tiempo de preparación lo llamamos Cuaresma, porque son cuarenta días en los que reconocemos, de una manera más profunda, que hemos fallado al amor de Dios y arrepentidos buscamos la manera de corregirnos. Por eso la Cuaresma es tiempo de oración, de reflexión, de penitencia, de ayuno y vigilia. Lo importante es la disposición de nuestro interior, por ejemplo, si uno deja de comer carne, no es para darse un banquete de pescado o de marisco, sino para privarnos de algo que nos gusta, lo cual no necesariamente es material: cigarros, alcohol, televisión, sino que también privarnos de hablar mal de las personas, "sacrificar" nuestro tiempo para visitar enfermos, preocuparnos por el vecino, tener paciencia y amor con los "viejitos" de la casa. En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios. Por ello, la Cuaresma es el tiempo de perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.
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